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07-01-2016 |
Devaluación, Gobierno y relaciones sociales
Rolando Astarita
Un criterio que recorre los análisis que he presentado en anteriores notas es que las políticas de los Estados y gobiernos capitalistas están condicionadas, ineludiblemente, por las relaciones de producción subyacentes, y por la ley del valor trabajo (por ende, por las leyes de la generación, apropiación y acumulación de plusvalía). Esta reflexión viene a propósito de las últimas notas que publiqué sobre el gobierno de Cambiemos y la devaluación.En ellas planteé, en primer lugar, que hay un hilo de continuidad entre la actual devaluación y el gobierno kirchnerista. No solo porque el kirchnerismo dejó preparado el escenario de la devaluación (véase aquí , por ejemplo), sino también, y más fundamental, porque en los últimos 12 años no se alteró la estructura dependiente y atrasada del país. En segundo término, enfaticé que estamos ante una política que favorece al capital en general . O sea, no se trata solo de las grandes empresas, de la oligarquía criolla o de las multinacionales agroexportadoras y de la energía, como se afirma desde la oposición izquierdista, sino de una política condicionada por los intereses de toda la clase dominante ; y exacerbada por la crisis de la balanza de pagos, el estancamiento y la recesión. Las tensiones y peleas por el botín de la plusvalía se desarrollarán al interior de esta unidad .
En este marco adquiere relevancia el planteo de la izquierda durante las elecciones –que he defendido-, a saber, que ganara Massa, Scioli o Macri, iban a hacer aproximadamente lo mismo. Podían alterarse matices y ritmos, pero no el contenido. Y cualquiera de ellos iba a devaluar. Esto se debe a que la devaluación no es, en esencia, un acto “libre”, esto es, contingente, que podría haber ocurrido, o no . Recordemos que el tipo de cambio está condicionado, en el sentido más estructural, por la productividad relativa de la economía; y en un segundo nivel, por las variables macroeconómicas, tales como la inflación, la cuenta corriente, y la tasa de crecimiento del producto (ver aquí , aquí , aquí ). Así, dado un nivel de productividad relativa, las devaluaciones son una respuesta a las crisis externas, y tienen como objetivo restablecer las condiciones de la acumulación. Por eso, la devaluación no es “causa libre”, sino efecto determinado por la misma naturaleza capitalista de la crisis . Y cuando es “exitosa” es sinónimo de una redistribución regresiva del ingreso.
En vista de este análisis decimos también que las críticas más o menos habituales ponen en evidencia lo que podemos llamar “la ilusión de subjetividad del Estado”, o la “ilusión de agencia del Estado”, consustancial a la ideología del reformismo burgués izquierdista, y sus críticas al “neoliberalismo desalmado” (en este punto me inspiro en Hasana Sharp (2007) “The Force of Ideas in Spinoza”, Political Theory , vol. 35, pp. 732-755 y su análisis de Spinoza y el concepto de ideología en Althusser). Llamo ilusión estatista a la creencia de que el Estado, o el gobierno, pueden actuar libremente, como si fueran el centro y origen de las políticas y acciones que despliegan, y no estuvieran determinadas, en última instancia , por las leyes de la sociedad capitalista. Es la ideología del socialismo burgués y su prédica de que todo se arregla cambiando el gobierno “neoliberal” por otro “progresista y nacional”. De ahí que la ilusión estatista ponga el acento en el cambio de nombres.
Pero la realidad es que las opciones de los gobiernos capitalistas ante las variantes de política económica resultan de toda una serie de condiciones previas, de las cuales la voluntad es solo un determinante . En el fondo, la libertad que tiene el gobierno capitalista (sea “de derecha” o “de izquierda”) es la de actuar dentro de la racionalidad del capital. No existe “reino dentro del reino”, o sea, ningún gobierno capitalista es un reino al interior del reino del capital, aunque ese gobierno se pretenda independiente, y hasta “socialista”. Por eso, frente a la convocatoria –que circula entre el progresismo de izquierda- a un “frente nacional contra el neoliberalismo”, hay que oponer este argumento materialista. Nunca debería olvidarse que el Estado actúa bajo constricciones sistémicas, entre las cuales se encuentra, en un primer plano, garantizar las condiciones para la acumulación. Es lo que está detrás del “ajuste” en curso (en la secuela inmediata de devaluación, suba de precios, baja del salario real, recesión arrastrada por la caída del consumo popular, aumento del endeudamiento y/o del déficit fiscal) que, eventualmente, debería dar lugar a la recuperación de la inversión (no hay crisis capitalistas sin salida).
En definitiva, lo que está haciendo el gobierno de Cambiemos no se explica por las características psicológica de Macri, o de sus ministros (“son perversos”, como dicen algunos indignados); ni por sus conexiones con tal o cual grupo económico. Para decirlo una vez más: en estas circunstancias, un gobierno “burgués de izquierda” (al estilo PT de Brasil o Syriza de Grecia) haría más o menos lo mismo que lo que está haciendo hoy Macri (como lo demuestran los actuales gobiernos del PT o Syriza). Sería importante retener esta idea ante las luchas que se avecinan; es el primer paso para avanzar hacia una acción independiente de clase (que no excluye la más amplia unidad de acción). Una comprensión de las relaciones reales que están detrás de la devaluación redundará en el fortalecimiento político del trabajo frente al capital. El enfrentamiento no se reduce a Macri. Es un enfrentamiento de clase. En este respecto la crítica a la “ilusión estatista” adquiere toda su relevancia.
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